lunes, 28 de septiembre de 2009

La ñata contra el vidrio

Cada día disfruto menos los viajes en avión. Todo, desde las 3 horas que se necesitan previas al vuelo, las condiciones ya ridículas de seguridad aeroportuaria y los nuevos límites de peso en las valijas, que solo te permiten dos bermudas y cuatro camisas para irte a Alaska en enero, hacen que disfrutar del viaje se convierta, directamente, en una utopía.

Pero mas allá de la logística, la organización y el tiempo perdido, todo no sería tan malo si en realidad me gustase viajar en avión.

Y no es miedo a volar, de verdad; porque volar es lindo. Lo que realmente me aterra es que el avión no vuele y que, en definitiva, se caiga y no llegue.

Con todas estas trabas técnicas y psicológicas, lo único que a veces mitiga mi ansiedad, mis nervios y, porque no, mis miedos, es el aliciente glamoroso de viajar en clase ejecutiva.

De algún modo es como decir: "si hemos de estrellarnos, que sea con estilo". Pero tampoco puedo, porque, sencillamente, no me da el "pinet".

Entonces estoy las tres horas antes, nervioso, casi aterrado y en turista que, en el mundo de la aeronavegación de hoy, es como viajar en colectivo en hora pico, solo deseando que el avión llegue.

En business por lo menos hay comida rica, vino que te duerme y películas que te entretienen. Gracias a Dios, el único contacto real con el otro mundo, ese de viajar con onda, es cuando entrás al avión y hay 20 tipos que, obviamente entraron primero que vos. Es duro, porque te miran con cara de "pobre pibe, mirá donde se sienta", pero como son solo 15 segundos, es una humillación decorosa. Un tiro al corazón, se sufre poco.

Después caminás 50 metros, ponés el bolsito arriba y te olvidás. El famoso: "ojos que no ven ... igual el corazón se da cuenta y lo siente" ... ¿Cómo te olvidás que el asiento mide 3 veces mas que el tuyo y se convierte en cama con mesa de luz y todo? ¿me explicás?

Este último vuelo viaje en turista, como siempre, y estuve nervioso, tal vez, como nunca.

La única diferencia fue que, a diferencia de otras veces, me senté en la primera fila de turista. "11H" rezaba el ticket. Lo único que faltaba que dijera era .... "Casi Business, sorry"

Algunos te dicen "que suerte", porque hay mas lugar, porque no hay tanta turbulencia, porque salís rápido y mejor a migraciones.

Para mi fue como para Shakira: una tortura.

Ahi pegadito, estás en business, pero no estás. Viene el café, por ejemplo, y al tipo de la fila de adelante se lo sirven en tasa y le dan los terrones de azucar con una pinzita de plata.

A vos te lo dan en un vaso de telgopor, te dan el azucar en un sobre solo, que nunca alcanza, y se olvidan el palito de revolver.

Adelante tuyo todos duermen y la luz esta apagada. Solo dos metros mas atrás, la luz parece la de la pizzeria de la vuelta, la gente se para, los chicos gritan y dormir, con el apoya brazo clavado en los riñones, es una epopeya.

En business hay auriculares isonorizadores, para descansar mejor. A una fila de distancia tenés que pagar 4 dólares por unos que no se escucha nada y si los perdés, podés ir preso.

Las comparaciones son odiosas, es cierto. Pero mientras al de adelante le dicen.... ¿Algo mas Mr. Jones?, por atrás pasan con una bolsa gris de basura juntando las cosas que sobraron de la cena. Lamentable.

A la mañana, hay 150 personas para un solo baño. Y no escribo como está el baño si entrás en el puesto 92, porque es para el record Guinness de las asquerosidades.

Adelante son cuatro para dos baños. Todos prolijitos, con el "nécessaire" azul marino y el Eau de Rochas para despues de afeitarse, se tienen la puerta, unos a otros, para entrar.

No veía la hora de salir del avión. No por miedo, sino por tanta humillación. Por suerte el vuelo fue lindo y llegamos sanos, salvos y en horario.

Pero como me quede mal, re mal, por ir "virtualmente" en clase ejecutiva, no me quedó mas remedio que afanarme un "nécessaire" de esos azules, divinos, cuando salía del avión. Un amigo mío, seguro, me critica; pero ..... ¿Algo es algo, no?
Con tecnología de Blogger.