Ahogo la inconfundible angustia del domingo a la noche con un cortado descafeinado y una maratón de “The Nanny - la original - que recién arranca por Nick at Nite. Dos de mis hijos van y vienen, a los gritos, frente al televisor, casi, como si nadie mirara. Pero poco importa; debo haber visto estos capítulos al menos 10 veces y todavía me río como el primer día.
La mayoría de estas series de prime time y rating demoledor fueron adaptadas para nuestras pantallas latinas luego de diez años de éxitos ininterrumpidos pero, salvo honrosas excepciones, (Guillermo Francella y su genial “Casados con Hijos” - TELEFE) nadie nunca ha logrado recrear la magia y la sorpresa de los guiones originales.
Personajes forzados, muy atados al estereotipo "de fabrica", hicieron de estas falsas sitcoms autóctonas, por llamarlas de algún modo, un producto poco atractivo. Como un restaurante de cadena, donde todo luce rico y casero, pero que, en realidad, no tiene gusto a nada.
Para agregar al desencanto general, los capítulos originales, esos que hicieron que los canales de aire locales compren los derechos de producción en primera instancia, siguen llegando a la pantalla local de la mano de los grandes distribuidores de cable. Entonces uno cae en la comparación, odiosa e inevitable, donde el personaje adaptado evidentemente no puede ser el original. Entonces, para parecerse lo mas posible, copia. Y, lamentablemente, lo hace mal.
Es cierto que Fran Drescher nunca será Lucille Ball pero, aun a riesgo de ser eternamente identificada con un personaje específico, su niñera kitsch, barriobajera y a la vez encantadora, brilla, una y otra vez, ridiculizando una profesión, no solo real y lucrativa, sino parte activa de la alta escena social neoyorquina.
La niñera local en cambio, la de Florencia Peña en Argentina, la de Lissete en Méjico, no son siquiera representaciones genuinas de nuestra sociedad. Sencillamente porque ni en Buenos Aires, ni en el DF, las niñeras, esas como Fran Fine, fantásticas, en su rol exclusivo de "yo cuido niños y no hago absolutamente nada mas", directamente, no existen.
Que no se entienda mal. Soy harto defensor de la producción local y me entretiene, horrores, el formato corto. Comulgo con Olmedo, con el Chavo del 8, con "Mi cuñado", con Gasalla y con el gran Tres patines.
Celebro hasta el hartazgo la creatividad y el producto innovador. Hasta el de la novela de amor imposible; esa que suele ir a las 4 de la tarde en todas las ciudades de América Latina y donde todo el mundo, poco mas poco menos, llora 30 de los 45 minutos que dura la tira. Aunque todos los varones tengan tres nombres de pila; aunque las traiciones siempre sean las mismas y hasta el final parezca calcado.
Pero me resisto a ver el formato local adaptado, al remake como método simplista. A que todo quede reducido, no solo a reproducciones de series exitosas sino, peor aun, a la copia de ese reality show que ya era malo en su versión original y que será inevitablemente peor en su adaptación a un nuevo mercado.
lunes, 15 de noviembre de 2010
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