martes, 9 de junio de 2009

Asitencia Sanitaria

Hacía rato que no veía "valets" en los baños de hombres. El valet no es mas que un pseudo asistente, remunerado a voluntad, que habita en las entrañas de los baños públicos.

Principalmente "viven" en baños de restaurantes que pretenden ser buenos, teatros o cines de mala muerte, o en los toilettes gigantes del lobby de un edificio céntrico.

Es una situación incomoda desde el principio de la relación higiénica. El tipo te saluda con una sonrisa, de oreja a oreja, cuando entrás al baño, como si te conociese de toda la vida. Mientras uno hace lo que tiene que hacer, en definitiva cumple con el único objetivo de la visita al establecimiento sanitario, el señor valet te "relojea" (*) para ver cuanto te falta. Como cada vez te ponés mas nervioso, porque uno no sabe si apurarse para terminar y que el tipo no mire más, o hacer como no está y dejarlo 15 minutos con la toalla en una mano y el jabón liquido en la otra, la situación placentera que suelen proporcionar las necesidades mas íntimas, se convierten en una tortura de dimensiones desproporcionadas.

Si la concurrencia es alta, el valet diligente se ocupa de todos y distrae su atención entre unos y otros entre toallas, jabones y caramelos. Ahora, si el baño es chiquito y uno esta ahí solo con el punto (*) mirándolo de atrás, la cosa ya es diferente.

Es una sucesión de incomodidades que parece no tener fin. Uno se apura para lavarse las manos e irse lo más rapido posible, porque no quiere ser "asistido". Prefiere los papeles o el secamanos, ese que tarda 25 minutos, a cambio de las toallas verde nilo, del buen hombre, de origen y pulcritud harto dudosas.

Pero el valet, que la tiene bastante clara y no resigna su propina, ya tiene abierta el agua tibia, la toalla (verde) en un costado de la pileta, y su mano sobre el "dispenser" de jabón.

Como el tipo, indudablemente, se esforzó uno se ve con la obligación de darle algo, para darse cuenta que solo tiene un billete de 10. No quiere darle los diez (eso está claro), pero tampoco se anima a pedirle cambio. Termina uno dejando el billete con todo el dolor del mundo y, para compensar, se agarra cuatro caramelos de menta de esos que se les pega el papel y pican como loco y se hace un buche rápido con enjuage bucal, mientras se salpica la camisa.

El valet, que no puede creer lo que le dejaron, te cepilla la espalda con un cepillo de esos para la ropa y no para de decir gracias. Como la situación ya se torna insostenible, producto de la batalla entre resistencia propia y adulación ajena, comienza el intento de escape del baño justo cuando comienza a entrar más gente.

La atención del tipo se distrae, renovada por nuevas presencias, y uno aprovecha y se tira un poco de perfume, que supuestamente es el propio, mientras levanta dos aspirinas, camino de la puerta, solo para completar la, no muy justa, compensación.

Nada para festejar. La boca te pica por los caramelos de menta, las manos te quedaron sucias porque el papel, de los mismos caramelos, te las dejó todas pegoteadas. No se puede creer el olor a "pachouli" que tenés ....... y pagaste, como mínimo, 5 dolares por 2 aspirinas de 1979.


(*) Nota del autor:
relojea - en Argentina mirar de reojo; controlar
punto - en Argentina, lunfardo de hombre

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