lunes, 6 de julio de 2009

Esclavo de tus palabras

La primera cosa que te decía una maestra en el colegio cuando gritabas, era que el aula no era una cancha de fútbol. Que si querías gritar, o decir malas palabras, el ámbito apropiado para maldecir en voz alta no era otro que un estadio.

Por siempre, la cancha ha sido el lugar “autorizado” para la vulgaridad y la falta de respeto. Un entorno común donde todos igualamos nuestros niveles educativos al estrato mas bajo y maldecimos sin culpa no solo a jugadores contrarios, sino a árbitros, hinchas ajenos e incluso propios.

Si bien es una barbaridad que no pretendo justificar, las actitudes por demás reprochables de hinchas comunes solo se limitan a sus responsabilidades de meros simpatizantes. Para ponerlo más fácil: Un tipo común va a la cancha el fin de semana en vez de ir al psicólogo. Grita mucho, festeja, insulta y hasta por ahí se abraza con algún desconocido. Dos horas de sesión “terapéutica” que lo dejan bien sedado y en condiciones de ir a casa bien tranquilo. Esta mal, no hay duda, pero mientras no pase de los gritos digamos que no debería haber problemas.
Como hincha de Vélez que soy estuve toda la semana atento a la gran final de hoy a la tarde. Leí bastante matutinos argentinos, diarios deportivos, blogs e incluso escuche programas de radio en la web; un poco para estar bien en tema y otro poco para no perderme nada a pesar de la distancia.

Escuché a los técnicos hablar bastante en reportajes, sobre todo a Angel Cappa, técnico de Huracán. Nunca compartí mucho su idea de juego (ojo ... desde mi modesta posición de simpatizante y aficionado) principalmente porque creo que el fútbol lindo y bien jugado no es mas que aquel que es efectivo, justo y ganador. No conozco ningún hincha en el mundo que se vaya contento cuando su equipo juega bien pero pierde. Todos, sin excepción prefieren ganar; siempre.

Según Cappa, el fútbol es un juego y como tal debe entretener, ser lindo y gustar independientemente del resultado. Sin dramatizar, sin desesperarse, porque, de vuelta, no es más que un juego. No comparto en lo absoluto, pero sin duda puedo respetar el punto de vista.

Lo respeto hasta que se desespera cuando pierde y se olvida del juego bien jugado, insulta como un desaforado, maldice a todo el banco del equipo contrario y patea cuanta cosa puede.

Lo respeto hasta que sus jugadores, que promedian los 25 años son los responsables de calmarlo aún con las pulsaciones en 180, el resultado en contra y una cancha colmada de contrarios que no hacen mas que cargarlos.

Lo respeto hasta que tira por la borda todo ese halo de educación europea que dice tener y no hace otra cosa que comportarse como un hincha más.
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