Mis chicos duermen en los asientos de atrás y dos gordas, que tengo sentadas a un pasillo de distancia, juegan un campeonato de eructos sustentado en dos Pepsis calientes que se deben haber traído de la casa. Un asco.
Independientemente del paisaje eventual, y muy a pesar de estas dos impresentables, no hay nada mas lindo que estar de vacaciones. Aunque solo sea por algunos días, el sentimiento suele ser idéntico a aquellos veranos, largos de casi tres meses, en los que todavía iba al colegio. Las tardes duran mil años y no hay horarios para absolutamente nada. Me encanta despertarme sin saber el día de la semana en el que vivo y tener la sensación, al menos aparente, de estar sin ninguna obligación.
Muy a pesar de las desinteligencias propias de un viaje en familia, mas gritos y peleas de lo normal, seguridades de aeropuertos y sobrepeso en las valijas (no se como hacemos, pero siempre tenemos sobrepeso), la experiencia suele ser muy gratificante.
Como este año preferimos hacer turismo “domestico”, hace ya casi una semana que vivimos, los cinco, en una habitación de hotel. No es de piojoso, de verdad. Pero mi hija más grande, que cree que es más grande de lo que es, no es lo suficiente como para dormir sola con su hermana; y aun si lo fuese, igual no se anima.
En definitiva estamos todos bien “en familia” cambiándonos de camas en busca de lugar, haciendo lo que podemos para que el más chico no salga de su cuna y agregue incomodidad al de por si apretado esquema, pero completamente seguros de que la familia no se agrandará (no hay forma ... les juro que es imposible).
Levanto la vista y veo que el tren pasa por Connecticut. Las gordas, dispuestas a estropearme la vista, y el viaje, dejaron el campeonato de asquerosidades para ponerse a apretar !!!!
Para no tener que pagarle 10 años de psicólogo a mi hija del medio, no la dejo que se siente conmigo y la mando atrás con su madre y sus hermanos. Se va llorando, pobre, y me dice que no me quiere más pero; ¿cómo le explico?
En eso llega el guarda ...
“Boletos por favor” ..... me dice en inglés y haciéndose el simpático agrega: “Italian?”
No, no; le contesto rápido, “Argentinean”
- Pero hablan en italiano
- No. En español
- ¿Y no es lo mismo?
- No, no es lo mismo.
- Algún día lo voy a entender ... me dice. Y se va riéndose solo.
Muy a pesar de mis convicciones en contra del trabajo de turista, confieso que en este viaje estoy “trabajando” bastante. Estuve en un autobús de esos abiertos que te hacen recorrer toda la ciudad y el pibe te va contando el porque de la existencia de cada monumento. Comí más comida chatarra de lo que me hubiese gustado y estoy mas cansado que cuando trabajo en la oficina. Pero la verdad, me estoy divirtiendo mucho.
El tren llega a la estación. Las dos gordas se van de la mano y, por suerte, mi hija no se da cuenta porque esta juntando sus cosas.
Los dejo amigos ... que tengo más de una valija que llevar.