martes, 11 de agosto de 2009

Inmigrantes ... de vacaciones

Estuve en New York casi cuatro días y no pude hablar con un gringo puro. De verdad. Más de tres días en la ciudad que nunca duerme y ni un solo contacto con un americano “real” de esos que se parecen a John Wayne.

Es claro que este es un país de inmigrantes donde nosotros latinos somos la primer minoría, pero más de 90 horas sin un solo contacto parece exagerado.

De entrada me subí a un taxi que manejaba un ruso al que era imposible entenderle porque directamente no hablaba en inglés. Yo no se si es una percepción mía pero .... ¿No hay nadie en todo los Estados Unidos al que le interese manejar un taxi?

Me despedí de Dimitri, que ni se bajo del auto para ayudarme con las valijas y todavía se enojó porque no le di propina; y me recibieron, en el hotel, dos conserjes de origen coreano.

La cuna que faltaba en la habitación me la trajo un dominicano bastante simpático y locuaz que sabía bastante de fútbol argentino.

Como la noche estaba linda salimos a caminar un poco. Mi mujer compró algunas cosas en un bazar chino, tomamos un “espresso” rico en un barcito de italianos y, como mi hija del medio es bastante telúrica, (a pesar de haber vivido el 90% de su vida en este país, todavía le tira la patria) cenamos en restaurante “argentino” donde la recepcionista era venezolana, el staff principalmente mejicano y la provoleta era de queso de maquina derretido.(*)

Contra mi voluntad, fuimos al zoológico ese que sale en la película “Madagascar”. No encontramos a ni uno de los animales del film. No hay leones, ni zebras, ni jirafas, ni hipopótamos. Deben estar en Africa o filmando la parte 3, quien sabe. Lo cierto es que el taxi que nos llevó lo manejaba un tal Rahjmin que no tengo ni idea de donde era. El pibe hablaba por teléfono con un auricular, de esos con cable, medio en inglés, medio en árabe, y de a ratos parecía que hablaba conmigo porque yo iba adelante.
Yo me reía como un salame ..... patético.

Comimos en un deli de esos Kosher que quedán cerca de Avenida de las Américas y a la tarde fuimos al Empire Estate. Todos los que trabajan ahí son de Puerto Rico, sin excepción. (si .... ya se que es un estado asociado ... pero son menos gringos que yo).

El último día todos estábamos bastante cansados de tanto caminar y decidimos quedarnos en un restaurante, chiquito y lindo, que quedaba al lado del hotel. Como venía comiendo mal y mucho, me puse contento cuando vi al japonés detrás de la barra, porque asumí que había sushi. No es que sea un amante incondicional de la comida japonesa, pero si uno está lleno suele ser liviana y bastante sana; no es novedad.

Viene un mozo francés, bastante asquerosito, a tomar el pedido. Se confunde la mitad de las bebidas y le trae la Sprite, a mi hijo mas chico, en una copa gigante llena de hielo ... En fin.
Como no veía el sushi en la carta, y el japonés seguía atrás de la barra con el gorro de chef y todo, lo encaro al mozo y le pregunto.

Perdón ... ¿la carta de sushi?
No ... Monsieur ... sushi no hay (me dice en ese ingles típico de los franceses)
Pero, le pregunto .. ¿y el japonés?

Ahh ..... no, no, no Monsieur .... el japonés es el que hace la pizza.




(*)
provoleta: Rodaja de queso provolone con cáscara, de sabor fuerte, que se derrite directo sobre las brasas de una parrilla.

Queso de máquina: queso en fetas cortado como para hacer un sandwich

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