Dicen usualmente que un tropezón no es caída; que los escollos y los sinsabores del negocio no son mas que vivencias que nos enriquecen y que debemos capitalizar. Que solo se aprende en el ruedo y “a los golpes”; y que es bueno, muy bueno, alguna vez volver a empezar.
Solía no creer en todo eso; quizás porque la vida ha sido siempre muy generosa conmigo; probablemente por subestimar el esfuerzo y las ambiciones de los demás; por pensar que todo en todos lados, es de la misma manera e igual de fácil. Pero quizás mas grave; por estar absolutamente convencido, como dicen en el barrio, que uno “ya se las sabe todas”.
Con todas estas “grandes condiciones” en mi valija, elegí, dejar mi Argentina, para crear mi propio negocio desde cero. Con la convicción simple en mi cabeza: Si en casa puedo, mucho mas podré afuera.
No creo que haga falta decir que los resultados no fueron los esperados; y que hubo que cambiar por completo el curso del negocio, porque no hace a este comentario de hoy.
Queda claro que subestimé la capacidad de mis nuevos competidores, y tuve que asumir, a fuerza de golpes, que me había equivocado desde el comienzo.
Sigo viendo, casi todos los días, gente que no ha encontrado aun el rumbo de su negocio solo por capricho. Otros que pensaron que la realidad de un momento sería permanente y tropezaron, una y otra vez, en un cambio de factores de mercado.
En cualquier escenario nunca son ellos los equivocados. Son, según su entender y su discurso, mártires de los vaivenes de la economía; damnificados de una nueva realidad, portadores de mala suerte y víctimas de “una mano negra”; pero, en ningún caso, propios responsables de sus errores y sus tropiezos
Fue muy difícil para mi asumir mis equivocaciones y entender que había subestimado la realidad a la que me enfrentaba, lo reconozco.
Fue mas difícil, aun, cambiar completamente el trazado original del proyecto y “bajar el copete” para empezar de nuevo.
Confieso, sin embargo, que el resultado ha sido muy gratificante.
jueves, 11 de septiembre de 2008
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