martes, 28 de abril de 2009

A “la empresa” ... se juega en equipo

Solemos jugar un juego virtual, entre compañeros de trabajo, donde cada uno arma un equipo de fútbol, de un listado gigante de jugadores con valor determinado y, dentro de las posibilidades, entre cambios, transferencias y “pines” telefónicos, intenta llevar su “seleccionado” a la cima del campeonato corporativo. Hay ganadores y perdedores por cada fecha; y luego premios para los victoriosos, y moderada humillación de sus pares para aquellos que no supieron alcanzar el puntaje ideal.

La estrategia que diseñamos, que claramente responde a un juego de sana competencia, genera interacción entre oficinas, a un lado y al otro del mundo, e iguala los niveles jerárquicos, quizás, como ninguna actividad empresarial conocida.

Independientemente de la rivalidad, propia del juego, nosotros, contrincantes, mostramos claros rasgos de solidaridad para con nuestros competidores y, a sabiendas de que nuestra ayuda podría provocar el éxito ajeno, no solemos medir la colaboración que eventualmente podamos prestar.

Es claro que al “trabajo” vamos a trabajar, y que no se puede priorizar el juego, o la diversión, sobre las obligaciones; pero quizás la esencia de estos últimos sirva para lo que intento explicar.

Nuestra organización, como muchas empresas modernas, esta divida en unidades de negocios individuales y autónomas, cuyos presupuestos involucran ingresos y gastos exclusivamente alocados. Cada una de ellas, esta integrada por un equipo de profesionales de quienes depende el éxito o el fracaso económico.

Es responsabilidad, de los integrantes del manejo de cada unidad, diseñar las políticas y la estrategia de cara a la concreción de los objetivos propuestos.

A pesar de las similitudes que surgen entre juego y obligación, rara vez he visto solidaridad o ayuda entre unidades de mi empresa.

Cada uno por su lado, solo focalizados en nuestros propios objetivos y en el dinero que el beneficio de nuestra unidad, eventualmente, nos pueda reportar. Quizás, sin entender, que la ayuda desinteresada, que podamos brindar, no hará mas que fortalecer el compañerismo y la solidaridad que, eventualmente, nosotros mismos podamos necesitar.

Corren tiempos duros y no hay lugar para celos, recelos, o simples envidias. Somos unidades separadas a la hora de hacer presupuestos, pero una sola organización a la hora de competir.

Maximicemos las cualidades técnicas y sociales de cada uno sin medir la ayuda y sin sacarnos ventaja; y entendamos, de una vez, que la empresa es un juego de equipo.
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