jueves, 7 de mayo de 2009

Hoy: Día libre

Estoy pensando en un nuevo blog para el que aun no tengo nombre. “Un comentario por vez” seguirá con su óptica corporativa; pero el nuevo tendrá contenido como este que sigue .... A ver si funciona.


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Solemos ir con mis amigos a un restaurante bastante lindo, y baratito, que queda en el pituco barrio de Coral Gables. Es de esos bolichones luminosos, grandes y ruidosos que aparentan bastante mas de lo que son, donde nunca hay mesa y hay que esperar mas de media hora para sentarse.

Lo bueno es que si sos de esos previsores, que llamaron por teléfono para reservar, y llegás perfumado con el sweater en los hombros y actitud ganadora, igual esperás media hora. Aunque creas que sos amigo de un tal “Nicola”, que por supuesto no sabe ni quien sos, y se acuerda mucho mas de tu mujer que de vos, igual esperás media hora. Por mas que vengas con la reserva escrita en un papelito, y con el nombre de la chica que te atendió (que nunca está, ni se sabe quien es) igual esperás media hora.

En definitiva, siempre tenés que esperar; pero como el clima en Miami siempre está lindo, los chicos corren tranquilos, y por ahí te regalan un prosecco berreta que te dicen que es champagne, esperás tranquilo. Si te ponés nervioso, “Nicola” dice que te da dos botellas de vino por el precio de una, o te vende por 30 una de 60. Ni una ni la otra, la primera era de un cajón que sobró, y la segunda la compró por 20. Pero bueno; la verdad es que no esta mal, se come bastante bien, y si los chicos gritan, nadie se entera. Casi siempre te “regalan” algo (un postre, un plato chico, o alguna copita) y al final te vas “entonado” y contento.

Todos los mozos que trabajan en el restaurante hablan en italiano. En realidad hay dos o tres que son italianos. El resto es una “troupe” de argentos que te dice “bonasera” cuando llegás (ya se que así no se escribe) y “grazie signore” cuando te vas. Nunca nadie los desenmascara; pero, íntimamente, todos sabemos que son de Yerbal y Curapaligüe.

No se porque se me había metido en la cabeza que este tal Nicola no era italiano. Que como yo podría ser de Ramos, o de cualquier otro barrio de Buenos Aires; y que se hacía el “tano” para parecer mas sofisticado. Una suerte de Marcello Mastroianni "wanna be" .... de esos que saludan a las viejas con un beso en la mano y esta todo el día sonriendo como en “La Vita e bella”.

En fin ...

Un buen día fuimos a comer con los padres italianos de una amiga de mi hija mayor y, luego de esperar la media hora de siempre, nos sentamos en una mesa afuera; bien en el fondo del lugar. Era verano y hacía un calor imponente.

Como nos quejamos de la mesa y del calor, apareció Nicola, diligente, ofreciendo vino a cambio de confort. Vislumbré la oportunidad de mi vida. Dos italianos genuinos, mas mi mujer, que sinceramente se las rebusca bastante, eran suficiente italianidad para desenmascarar a este farsante; entonces puse a rodar mi estrategia.

Javier: - Decime una cosa Nicola, vos .... ¿de donde sos?
Nicola: - D’Italia signore, di Rimmini.

Como estaba previsto los italianos arrancaron en su propia lengua a profundizar sobre los orígenes de Nicola y toda su familia.

Mientras ellos hablaban y reían como viejos amigos, y mi mujer me fulminaba con la mirada, porque sabía de mis intenciones egocéntricas e infundadas, descubrí que Nicola era uno de los tres italianos genuinos de todo el establecimiento.

Me quede calladito por el resto de la noche. Me tomé el vino “regalado” de Nicola y, bien muerto de calor porque ya me daba vergüenza pedir el cambio de mesa, mastique mi amarga e infundada derrota.
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