Trabajamos en una actividad en la que es difícil mostrar hasta donde es importante nuestra involucración.
Los clientes contratan un servicio, a través de nuestra intermediación, y nuestro valor agregado solo se manifiesta ante un problema en cualquiera de los procesos.
Si todo va sobre ruedas, trabajamos en bambalinas, aceitando aquí y allá, para que todo mantenga su curso correcto. Nadie nos ve mucho. Los clientes originales hablan con su proveedor; y este, por nuestro intermedio, contrata con el mercado internacional.
Un poco largo y aburrido, pero para hacerla cortita: muchos clientes
originales no saben de nuestro trabajo.
A veces el problema se agrava porque el negocio nos viene referido por un asesor, que mantiene una relación directa con el cliente y teme, producto de su incompetencia, por su permanencia en la cuenta a manos nuestras.
Este tipo de personaje, que nada entiende, que nada conoce, “vive” de una supuesta asesoría, que por supuesto no provee, y que justifica hablando cien millones de veces, a todos los teléfonos de la empresa que conoce, para preguntar gritando siempre lo mismo. Es que ahora resulta que somos necesarios; y ahora si existimos, simplemente porque su carácter de asesor, que no es, no le alcanza para proveer una solución.
Es cierto que vivimos de negocios y estos pueden venir de infinidad de fuentes y contactos. Me preocupan este tipo de linces, que no agregan ni agregaran valor, y que solo deterioran una relación con un cliente que nunca tendremos.
jueves, 7 de mayo de 2009
Con tecnología de Blogger.