lunes, 4 de mayo de 2009

No todos los caminos conducen a Roma

Como padres aspiramos a que nuestros hijos logren todo aquello que alguna vez nos fuera esquivo; y que por alguna u otra razón no pudimos llevar a cabo. Pretendemos que sus carreras sean harto rutilantes y por demás exitosas, sin muchas veces considerar cuales son, verdaderamente, sus propias ambiciones. Como son una extensión de nuestras propias vidas, nos reflejamos en ellos casi naturalmente y verlos triunfar es, quizás, mas importante para nosotros, que para ellos mismos.

Creemos que nosotros debemos decidir por ellos producto de su corta edad; quizás sin entender, y mucho menos medir, que nuestras propias limitaciones no son mas que las frustraciones que les transmitimos. Queremos que sean doctores, ingenieros, abogados; pero se nos iluminan los ojos cuando cantan; bailan; o juegan a cualquier deporte con facilidad.

Hoy, las opciones profesionales disponibles son muchas y muy variadas. Existen tantas universidades especializadas, en prácticamente todo, que la sola oferta genera inseguridades y hasta pánico a la hora de elegir el camino correcto.

La oferta laboral se ha adecuado a esta nueva realidad profesional; y el avance de carreras “no tradicionales” a tomado un lugar muy importante en los ámbitos, no solo empresariales, sino tecnológicos y artísticos.

Muy a pesar de esto, escucho muy a menudo, que son pocas las de carreras de grado que garantizan “salida laboral”; mientras que otras, que nada tienen de serias, deben ser clasificadas como hobbies; en clara alusión a la obra del argentino Florencio Sanchez: “M’hijo el dotor”, estrenada en Buenos Aires hace mas de 100 años!

Conversando con un amigo hace unos meses discutíamos acerca de la aparición de la vocación a corta edad, y elaboramos sobre las alternativas profesionales y el futuro inmediato de nuestros hijos.

Fue sumamente claro cuando me dijo: -“El trabajo de hacer lo que a uno le gusta, que de por si será difícil y sacrificado, será infinitamente mas fácil que otro, igual de complejo, solo que sin la vocación, ni el gusto, ni la pasión”. “En ultima instancia”, continuó, “aunque no gane mucho dinero, siempre encontrará regocijo y felicidad en lo que haga”.

Que nuestros hijos conozcan su vocación a temprana edad es, casi, como tener un billete de lotería premiado. Fomentemos su desarrollo y aboguemos por que puedan realizarse estudiando lo que realmente desean. En ultima instancia estarán satisfaciendo sus propias ilusiones; esas que son solo de ellos, y que nada tienen que ver con las nuestras.
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