Se llevaban la abuela, el perro, ciento cincuenta bolsos y una caja de herramientas por si el auto se rompía que, obviamente, no servía para absolutamente nada.
Como no había comida en las estaciones de servicio, llevaban algunos sandwiches, un termo, y una botella de Coca Cola de vidrio que duraba fría, mas o menos 2 horas (después raspaba la garganta de tan caliente)
Un día cualquiera, a las 4 y media de la mañana, (había que salir temprano para que la ruta este “fresca”) se metían 5 en un auto chiquito, sin aire acondicionado, y arrancaban 8 horas seguidas parando solo para cargar nafta e ir al baño (y se apuran por favor ... que me estropean el promedio)
No había celulares, mensajes de texto; nada. Todo era bastante mas relajado y había tiempo para prácticamente todo. Nadie se ponía nervioso y la frase más normal del mundo era: “Esta de vacaciones, vuelve el 3 de marzo”
Cualquier tipo de clase media, en esa Argentina de los 70, se tomaba un mes de vacaciones. Las empresas paralizaban sus actividad en el verano y la ciudad, literalmente, se trasladaba a la costa.
Mar del Plata por entonces era ni mas ni menos que “La Perla del Atlántico”. Un mote “mersa” que no solo hacia honor a su atiborrada concurrencia estival, sino a las costumbres, no muy sofisticadas de sus turistas.
La playa era directamente la calle Florida pero con bronceador y traje de baño (en realidad era crema y malla ... pero la idea es la misma).
Carpas repletas de gente, comiendo en un “comedor” precario armado de mesas de madera y sillas de balneario, celebraban el cumpleaños de la tía Tita con ravioles con tuco, huevos duro con arena y duraznos con cáscara. (una “grasada” absoluta).
Era un veraneo muy poco sofisticado, es cierto; pero era realmente independiente y muy relajado.
Los tiempos cambiaron, definitivamente.
Hoy por hoy ni clase media, ni alta, ni muy alta pueden tomarse un mes de vacaciones. Las obligaciones son muchas y la velocidad de la comunicación es otra.
Como resultado aquel turismo largo, precario y relajado se ha convertido en corto y apurado, pero para seguir siendo precario y encima masivo.
Esto empezó con los viajes a Europa, allá por los ochenta, donde todavía había tiempo para vacaciones, pero el dinero no alcanzaba tanto como en Mar del Plata. Entonces, como había que conocer todo en un mes, la gente se metía en una maratón de 40 países en 30 días. Obviamente se les mezclaba Viena con París, vivían con el culo en un colectivo y desayunaban a las 5 AM; pero ..... ¡Conocemos toda Europa!
Los abanderados de este tipo de aventuras, donde uno trabaja de turista, son los cruceros al Caribe. En un compacto de tres días y tres noches, visitás tres islas y ¡dos países! Uno se convierte prácticamente en un empleado del crucero. Se desayuna de 6 a 9; se come por turnos y la segunda noche comes vestido de Batman en una mesa donde no conoces a nadie y, todos juntos, brindamos en honor al Capitán.
Hay, por supuesto, alternativas terrestres para trabajos de turista. Su ejemplo más antiguo es el Club Med. Tres días para ponerse en forma en un frenesí de deporte, sol baile y comida que te dejan mas cansado de lo que llegaste.
Para que te olvides del dinero, te dan unos collares con bolitas que sirven para comprar bebidas y cosas. Un poco como las pulseras esas de los “all inclusive” de Punta Cana, que galardonan esta categoría de turismo berreta, apurado y estricto donde el que no tiene la pulserita directamente no come.
Los peores igual, son los brasileños esos que andan por Disney todos con la misma remera naranja y una bandera que lleva un guía que, obviamente tiene la misma remera, y los tiene a todos con un silbato, de acá para allá, sacándose fotos con Mickey y con un bolso que hace juego con una riñonera horrible que dice Tour a Orlando 2009.
Honestamente me quedaba con la costa, los ravioles y el mate. Era ordinario, es cierto. Pero por lo menos cada uno hacía lo que quería y nadie, pero nadie, trabajaba de turista.
Mar del Plata por entonces era ni mas ni menos que “La Perla del Atlántico”. Un mote “mersa” que no solo hacia honor a su atiborrada concurrencia estival, sino a las costumbres, no muy sofisticadas de sus turistas.
La playa era directamente la calle Florida pero con bronceador y traje de baño (en realidad era crema y malla ... pero la idea es la misma).
Carpas repletas de gente, comiendo en un “comedor” precario armado de mesas de madera y sillas de balneario, celebraban el cumpleaños de la tía Tita con ravioles con tuco, huevos duro con arena y duraznos con cáscara. (una “grasada” absoluta).
Era un veraneo muy poco sofisticado, es cierto; pero era realmente independiente y muy relajado.
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Los tiempos cambiaron, definitivamente.
Hoy por hoy ni clase media, ni alta, ni muy alta pueden tomarse un mes de vacaciones. Las obligaciones son muchas y la velocidad de la comunicación es otra.
Como resultado aquel turismo largo, precario y relajado se ha convertido en corto y apurado, pero para seguir siendo precario y encima masivo.
Esto empezó con los viajes a Europa, allá por los ochenta, donde todavía había tiempo para vacaciones, pero el dinero no alcanzaba tanto como en Mar del Plata. Entonces, como había que conocer todo en un mes, la gente se metía en una maratón de 40 países en 30 días. Obviamente se les mezclaba Viena con París, vivían con el culo en un colectivo y desayunaban a las 5 AM; pero ..... ¡Conocemos toda Europa!
Los abanderados de este tipo de aventuras, donde uno trabaja de turista, son los cruceros al Caribe. En un compacto de tres días y tres noches, visitás tres islas y ¡dos países! Uno se convierte prácticamente en un empleado del crucero. Se desayuna de 6 a 9; se come por turnos y la segunda noche comes vestido de Batman en una mesa donde no conoces a nadie y, todos juntos, brindamos en honor al Capitán.
Hay, por supuesto, alternativas terrestres para trabajos de turista. Su ejemplo más antiguo es el Club Med. Tres días para ponerse en forma en un frenesí de deporte, sol baile y comida que te dejan mas cansado de lo que llegaste.
Para que te olvides del dinero, te dan unos collares con bolitas que sirven para comprar bebidas y cosas. Un poco como las pulseras esas de los “all inclusive” de Punta Cana, que galardonan esta categoría de turismo berreta, apurado y estricto donde el que no tiene la pulserita directamente no come.
Los peores igual, son los brasileños esos que andan por Disney todos con la misma remera naranja y una bandera que lleva un guía que, obviamente tiene la misma remera, y los tiene a todos con un silbato, de acá para allá, sacándose fotos con Mickey y con un bolso que hace juego con una riñonera horrible que dice Tour a Orlando 2009.
Honestamente me quedaba con la costa, los ravioles y el mate. Era ordinario, es cierto. Pero por lo menos cada uno hacía lo que quería y nadie, pero nadie, trabajaba de turista.