lunes, 24 de agosto de 2009

Vení Raquel ...

Asisto, con vergüenza ajena, al triste espectáculo que brindan cinco salames en el restaurante donde almuerzo.

Bien maricones, todos en grupo, intentan ligar (como dicen los españoles) con una camarera, bastante más joven que ellos, cuyo único pecado es ser bonita, cordial y simpática.

No entienden por donde pasa el juego, pobres pibes. Se atrincheran todos contra el mostrador y, de a uno, van haciéndose los cancheritos como si estuviesen, todavía, en el "secundario" que, obviamente, les debe haber sido muy hostil. Se ríen a carcajadas entre ellos, se festejan los chistes y la chica, que sonríe porque no hay mas remedio, no les dice nada porque sabe que pierde el trabajo.

Son siempre los mismos. Los típicos perdedores, esos que en el colegio le hacían la tarea a los demás y les tiraban tinta en la espalda, que ahora hicieron unos mangos y se piensan que son piolas y lindos. El mismo grupo, la figurita repetida.
El gordito medio petiso que anda con un traje que le queda dos números mas grandes (porque antes era todavía más gordo) y usa el celular y la funda de los anteojos atadas al cinturón como si fuese Batman. En la casa, obviamente, lo tiene bien cortito y cuando agarra la calle, el tarado se libera. Es de los típicos que junta y lava los platos pero con el delantal puesto; mientras la mujer, que mira la tele y fuma un cigarrillo, le grita instrucciones desde el sillón.

Me distraigo un momento de la descripción del gordo mientras la chica, acostumbrada a estos personajes, "navega" como puede la conversación, tratando de llevarla a buen puerto, y entrega, de a uno, los cinco cortados que le pidieron.

Hay otro alto, de pelo medio largo con flequillo, que se piensa que todavía tiene 28 y se peina todo el tiempo con la mano. Es el banana del grupo, el que les marca el camino a los otros cuatro; pero vive en otra época. Usa unos anteojos horribles de marco dorado que no se saca ni cuando llueve porque (según el, obvio) le quedan súper cool.

Usa los pantalones chupines y altos como en los 80, con un cinturón finito y la camisa grandota. Una suerte de galán berreta de novela brasileña. Es soltero; pero porque nadie le dio bola nunca. Malo para los deportes y seguro tiene una coupé japonesa roja.

Completan el grupo un rubio pelado que ríe en silencio; un intrascendente que habla fuerte con la cara picada de acné y unos mocasines de goma muy feos; y un rubio teñido que es una mezcla del Bambino Veira con Mostaza Merlo.

Llega la hora de pagar y nadie parece hacerse cargo. Dicen que le toca a uno, que el otro pago ayer y vuelven a reírse fuerte mientras la chica los mira como con lástima.

Finalmente paga el del flequillo, tira las monedas fuerte en el tarro que reza TIPS y le guiña el ojo la camarera. -Nos vemos linda, le dice (por suerte no es argentino, sino la vergüenza mas que ajena ya hubiese sido propia) y se va con paso apurado a juntarse con los tarados de afuera.
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