Hoy no hay partidismos ni banderas políticas que defender. La City, sin vicios y de motu proprio, festeja el último día laboral del año tirando por las ventanas archivos, borradores y agendas, que ya no sirven.
El espectáculo, que ya forma parte de nuestra eterna cultura del desorden, es pintoresco, no se puede negar. Hasta folklórico si se quiere. Millones de cuadraditos blancos caen muy despacio mientras brillan bajo el sol del verano porteño. Casi como si "la seleccion" estuviese a punto de jugar la final de la copa del mundo en pleno centro de Buenos Aires.
Un reflejo claro de lo que somos, mucho mas allá de nuestra identidad politica o de nuestra realidad socioeconómica. Un grupo de ciudadanos amontonados que no sabemos como convivir y nada entendemos de espíritu colectivo. Sin respetarnos unos a otros, nos damos el lujo de tirar todo por la ventana, sin siquiera pensar que mañana, aún en un día festivo, habrá alguien con la responsabilidad de recoger nuestros caprichos.
Un poco como esos chicos maleducados que desordenan todo su cuarto, dejando todo tirado, y despues pretenden que lo ordenen sus padres; o peor aun, su "mucama".
Quizás lo mas grave es que esto pasa en el corazón de la ciudad financiera. Donde la densidad de mentes universitarias debe ser la mayor por metro cuadrado de toda la nación. Esos mismos que pedimos votos calificados, justicia y orden. Los que nos preciamos de ser los mas educados, los famosos 500,000 privilegiados que menejamos la economía de la Argentina. Los embajadores de nuestro país en el exterior.
Es momento de replantear la estrategia, amigos; justo ahora que empieza el año y todo se renueva. Quizás si dejamos de ver todo lo malo que hacen los demás, podamos ver todo lo bueno que podemos hacer nosotros, los que debemos hacer más. El medio millón de privilegiados que, simplemente, estamos obligados a tener mas responsabilidad.