Idiomas, teatro, música y deporte componen el bouquet del calendario semanal.
Todo muy lindo en los papeles. Una familia modelo donde todos los hijos, poco más poco menos, pasean sus dotes físicas y artísticas, de lunes a lunes y de cero a veinticuatro, por, prácticamente, la ciudad entera.
Independientemente del drenaje económico que las actividades suponen (juro que no quiero llorar, pero a esta altura del año resulta inevitable) uno tiene la obligación de asistir a todos los shows que cada una de estas actividades organizan. Después de todo, tanta esfuerzo e inversión merecen algo de esparcimiento.
Entonces el mas chico se disfraza de ángel un lunes a las 11.00 de la mañana y canta un villancico. La del medio tiene un torneo de tenis donde tengo que trabajar de arbitro, y la mas grande actúa, canta y baila sábado y domingo en doble turno.
El evento es, a la vez, curioso. No puedo llevar la cámara de fotos porque violo los derechos de copyright de la obra de Broadway en cuestión (despues igual te venden el DVD) y, como si eso fuera poco, ¡toda la familia tiene que pagar entrada!
Luego la emoción de la artista en ascenso, sus ganas incomparables y su pasión, tiran por tierra el vil metal gastado, y todo se comienza a disfrutar.
Hasta que, como número fuerte, cantan, bailan y dan pena, diez "señoras" que, además de hacerlo mal, hacen playback y se disfrazan de Chorus Line como si todaviá tuviesen 20 años.
No son otras que las madres de las compañeras de mi hija. Que obviamente no las dejaron bailar de chicas y ahora, 25 años después, se creen que son Liza Minelli, Sarah Brightman y el ballet estable de "Crazy for you". Los kilos no las ayudan, los músculos ya no son tan firmes (¿habrán sido alguna vez?) y el paso de baile, algo burdo y a la vez exagerado.
Como si todo esto fuera poco, los maridos las ovacionan de pie y les llevan flores a la salida del teatro. Las señoras, las reciben encantadas.
Las chiquitas, algunas verdaderas promesas artísticas, las miran atónitas y no entienden el injustificado protagonismo de semejantes grandulonas. Yo no hago mas que mirar todo desde mi humilde posición de espectador y siento .... mucha vergüenza ajena.