Todavía me acuerdo, como si fuera hoy, cuando acompañaba a mi mamá a revelar las fotos a un negocio chiquito cerca de la casa que teníamos en Liniers. - Treinta y seis copias a color, sin duplicados y un rollo de 400 asas, pedía Margui casi sistemáticamente en cada visita que hacíamos. Después había que esperar una semana para ver los resultados que venían dentro de un gran sobre amarillo; y mi único consuelo era el tubito gris del rollo que me regalaba el dueño del local antes de irnos.
Cuando vinimos a vivir a Estados Unidos, hace solo 8 años, todas nuestras fotos vinieron embaladas. Cientos de recuerdos en papel rectangular y brilloso atesorados en una gran caja de cartón, que aun tenemos guardada por ahí - Mucho cuidado con esto, le dijo mi mujer al hombre de la mudanza cuando subía las cajas al camión. Hoy todas las fotos son digitales. “Viven”, virtualmente, en las computadoras de la gente. Se envían por mail, se ven en la tele; pero ya no hay cajas de cartón que las guarden.
El próximo miércoles Apple anunciará una tableta digital que, aun sin nombre propio, amenaza con desbaratar la industria del papel como la conocemos hoy. Cómics, revistas y libros se eternizaran en archivos digitales, casi como los discos y las fotos. Sus páginas de hoy pasarán a mejor vida y solo servirán como materia prima reciclable.
Aquellos que me conocen saben que soy harto defensor del avance tecnológico y portador, casi incondicional, de Ipods, iPhones y todo lo que se le parezca. Veo mis fotos en la tele y en mi teléfono viven imágenes de mis hijos en orden cronológico y máxima resolución. Pero este cambio me toma un poco de sorpresa. No es que no lo espero, pero, de alguna manera, no estoy preparado para perder las librerías y su mágico charme. Me resisto a creer que esos templos literarios, de aroma único, serán centros de venta de aparatos idénticos y plateados con miles de libros en cada uno de ellos.
El otro día un amigo me dijo, - Vos estás loco, la gente nunca va a dejar de leer libros. Y tiene razón. La gente no abandonará el habito jamás, pero definitivamente cambiará la forma en la que lee. Al igual que con la música, los videos y las fotos, la experiencia será, seguramente, más rica, y hasta mejor; pero el libro, último y milenario bastión de la distribución analógica, sucumbirá al igual que vinilos, cassettes, CDs y videos; y con el, diarios, revistas, fascículos y folletos.
Me cuesta imaginarme una ciudad sin puestos de diarios, sin librerías, sin bibliotecas en silencio. Pero habrá que estar preparado.
Es probable que a partir del miércoles los motivos de nuestra existencia en esta tierra cambien para siempre. Habrá entonces que plantar un árbol, tener un hijo y mantener un blog !
No digan que no les avisé.