El tipo, un demócrata confeso, muy leído y harto conocedor de política latinoamericana, había estado días pasados en Haití prestando ayuda solidaria en un campamento médico. Y me decía, no sin bastante convicción - Mirá Javier, yo creo que la ayuda que el gobierno americano esta prestando en Port-au-Prince, seguirá llegando aun cuando la catástrofe deje las primeras planas de los diarios. Muy a pesar de lo que la gente cree - enfatizaba -la nuestra es una ayuda genuina y desinteresada. No responde, como muchos piensan, a pretensiones electorales del gobierno de turno, ni a campañas proselitistas del partido gobernante. Es nuestra obligación, como nación líder, ayudar a aquellos que más lo necesitan. Además - me decía mientras me miraba fijo a los ojos - estoy convencido de que tanto el Presidente, como su gobierno, piensan de la misma manera.
Mi corta experiencia política en este país, sumada a mi escepticismo sudamericano, muchas veces no me dejan ver las cosas con claridad. Independientemente del país, me cuesta creer que los gobiernos no hagan las cosas por propia conveniencia; que el fin último sea el bien común y que no se persiga un beneficio económico. Pero en este caso, su discurso, aunque pretensioso, me sonó convincente.
Ya han pasado casi veinte días desde la tragedia en Haiti y las manifestaciones de ayuda, que he visto, han sido tan genuinas como la convicción de este hombre. Hechos, reales y concretos, que han tirado por tierra mis mas arraigadas dudas.
No ha habido banderas políticas; mucho menos partidismos. Millones de mensajes de texto anónimos con donaciones, a la Cruz Roja americana, se han multiplicado, a lo largo de los días, y alcanzando cifras récord de recaudación. Colectas barriales, escolares, minutos celulares libres a familiares, pasajes aéreos gratuitos a toda hora, visas de trabajo y giros sin comisiones, han sido algunas de las muestras de miles de empresas, de todo el país, que se han sumado a la ayuda.
Millones de americanos asistieron al llamado solidario convencidos, de que cada dólar contribuido, aportará a la ayuda que Haiti tanto necesita.
Quizás lo que más sorprende es que en esta nación, donde el progreso económico parece ser eje y único objetivo, prevalezcan la solidaridad hacia un país que, hasta ayer, era un perfecto desconocido; la verdadera confianza en las instituciones, y, el espíritu comunitario, por sobre todas las cosas.