Puede que los parámetros de normalidad hayan cambiado; puede que los vientos de cambio y modernismo hayan hecho mella en esta sociedad del “acá estoy yo, mirenmé”; pero andar con una boa amarilla enroscada en el cuello, ya me parece un poco ostentoso.
Las mascotas metropolitanas siempre se dividieron en cuatro grandes grupos. Caninos, felinos, reptiles y aves. El primer grupo solo admite perros. No van los zorros, mucho menos los coyotes. Es cierto que Kevin Costner era amigo de los lobos y parece que ellos también lo querían; pero el tipo estaba solo en el medio de la nada y había sido entrenado 15 años por los mas avezados pieles rojas; por lo que no cuentan en este análisis.
Felinos son gatos. Punto. Hay gente que se empeña con los pumas, sobre todo en el interior de la Argentina. De cachorros son lindos, rápidos y buenazos. Un día cumplieron dos años y te sacan un brazo. Están los millonarios que van por lo tigres de bengala, por los leones. Los más extravagantes llegan, incluso, a comprar un leopardo. Pero uno siempre muere, y casi siempre es el felino.
La única mascota reptil, es la tortuga. En esta categoría entran las tortugas de mar, de río y por supuesto las de tierra; esas que viven 100 años y que ganaron su lugar de privilegio con Manuelita (*) a la cabeza. Hay gente que se esfuerza con las “cariñosas” iguanas. Son inofensivas, es cierto; pero les cuesta un poco moverte la cola cuando te ven.
Y por último están los pájaros. Una categoría algo mas compleja, porque a las aves no les gusta vivir en cautiverio. Los perros, los gatos y hasta las tortugas, no subsisten en un mundo salvaje, y nuestro ámbito les resulta propio. Pero hasta el más amarillo de los canarios, no comulga con nuestro estilo de vida.
Y es aquí donde, finalmente, se centra la discusión. De algún modo, cualquier animal que se resiste al cautiverio, capacitado para vivir solo y en libertad, no está listo para ser mascota de una familia; mucho menos de un zoológico, o de un acuario. Y en esta categoría, de rebeldía genuina e intransigente, entran las orcas y los recientes acontecimientos de público conocimiento.
Ahora pareciera que nadie vio que su aleta se curvaba cada día mas, evidenciando tristeza y resignación. Da la sensación que los tomó de sorpresa. Luce como raro, atípico. Y no es la primera vez que el instinto manda.
Lo que ha pasado es una tragedia horrorosa; pero sepamos amigos que no es mas que la excentricidad y la negligencia llevadas a su máxima expresión. “Orca Asesina”, reza su descripción técnica y bien humana, cuando es sabido que ningún animal mata por profesión, mucho menos por impuesta vocación.
Es solo que no pertenecen en cautiverio. Muestran como pueden su disconformismo, porque no hablan, ni se pueden escapar.
Y esos responsables, que ahora pretenden investigar, sabían, de antemano, que esto podía pasar.
(*) Manuelita: popular personaje infantil argentino