Esta la historia de un tipo común. Un chico de barrio, medio gordito que, con solo 17 años, se enamoró de la que luego sería su mujer para toda vida. O por lo menos eso fue lo que le prometió al Padre Mario y al puñado de invitados que asistieron a la ceremonia esa noche fresca de Octubre. El suegro pagó una fiesta chiquita, amobló el departamento de dos ambientes alquilado y, con lo poco que le quedaba, financió la luna de miel de 4 días en Bariloche.
Solo respeto, pan y cebolla te puedo prometer, le dijo el gordo a su futura mujer el día que se enteró que estaba embarazada. Y la novia, una chica también común, de espíritu simple y muy simpática, aceptó con lagrimas en los ojos.
Los primeros años fueron muy difíciles. El gordo trabajaba en un banco y la chica era empleada administrativa. El chiquito de 4 años ya iba al colegio y los tres mil pesos, que juntaban entre los dos, no alcanzaban casi para nada.
Pero el gordo era piola, trabajaba mucho y se esforzaba. Y con el esfuerzo vino el primer ascenso. Con trabajo, dedicación, y algo de política y carisma, el gordo supo encaramarse entre los de arriba. Llegó la casa, llegaron los autos. Y una tarde soñada de diciembre, justo después de su primer gran bono, le ofrecieron beneficios de expatriado y un trabajo en Miami. Corría el año 2000.
Y el gordo llegó y la rompió. Como era rápido e inteligente se hizo millonario, casi, de la noche a la mañana. Casa grande, auto sport y viajes en primera. La vida que anhelaba, la que siempre había soñado.
Pero seguía gordo. Entonces dejó de fumar y empezó a cuidarse en las comidas. Contrató un “trainer”, de esos caros y personales. Y a base de gimnasio, natación, corrida y el mismo esfuerzo y dedicación que uso para su trabajo, bajo 25 kilos en 6 meses. Quedó nuevo, irreconocible, casi “fachero”.
Empezaron las “reuniones tarde con clientes”, las cenas “de negocios”, los fines de semana de golf. Y con tanta salida y tanta trasnoche también empezaron los rumores. Y con los rumores llegaron las verdades. Y una tarde calurosa de Octubre, exactamente 15 años después del “pan y la cebolla”, le dijo a su mujer que quería separarse.
Se casó a los seis meses con una venezolana 18 años mas chica que el. Aspirante a actriz de telenovela, modelo de marcas que nadie conoce, altísimo presupuesto y puros atributos.
Todo Miami fue a la fiesta multitudinaria; solo faltaron sus hijos y sus amigos de siempre. Hubo fotos en revistas, pasajes costeados desde Venezuela, champagne francés y luna de miel soñada en la Polynesia. Duraron 6 meses.
El otro día lo vi por el centro cabizbajo y casi tan gordo como siempre. Cuentan los rumores que la venezolana lo dejó por un bailarín y le saco 3 millones en el divorcio. La verdad, me lo imaginaba. Dicen los que fueron a la fiesta que había prometido de todo. Tanto prometió que se olvidó de decirle lo del pan y la cebolla.
lunes, 12 de abril de 2010
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