lunes, 24 de mayo de 2010

Doscientos años de soledad

El 25 de mayo mi Argentina cumplirá 200 años de vida, en medio de su enésima crisis institucional.

Una edad difícil para un país, al que le molesta lo tilden de tercermundista, pero que íntimamente reconoce que aun no ha alcanzado su madurez como nación.

Se ha debatido a los tumbos desde muy chiquito enfrentando una infancia complicada y revoltosa de padres divorciados. Heredero inmediato de una adolescencia traumática, sin rumbo ni guía. Rebelde hasta el cansancio y marcada a fuego por golpes de estado refundadores y falsas revoluciones socialistas. Portador de una democracia constante que tardo en llegar; pero carente de representatividad, tibia y vacía de genuína oposición.

Una nación que podría ser considerada adulta, desde el estricto y matemático conteo, pero que aun no ha crecido lo suficiente para sentarse a comer en la mesa de los grandes del planeta. Muy a pesar de su potencial inicial, del que todavía se arroga, optó siempre por el camino sin compromiso real; y eligió mal. No solo en los conflictos bélicos mundiales, sino en donde y con quien alinearse política e históricamente. Hoy por hoy, se conforma con espejos de colores y dibujos animados que le ofrecen golpistas devenidos dictadores.



Un país que, mal que nos pese, se quedó en una calma chicha, en la intrascendencia mundial total. En una adolescencia que parece ser infinita. Como un grandulón, de esos a los que sus propios movimientos le resultan complejos, se lleva todo por delante y tropieza a cada paso. Suele hablar de mas, pierde la compostura con facilidad y grita cuando no lo entienden.

Quizás el mayor problema que hemos enfrentado por veinte décadas, es quitarle la identidad a las culpas. Hablar, criticar y argumentar, como en los párrafos anteriores, de un país que parece no pertenecernos. Es curioso, pero la crítica airada no molesta cuando parece ser ajena, de otro. En cambio cala profundo cuando tiene cara, identidad y nombre propio.

Nos cuesta comprender que, en última instancia, somos arte y parte de una única comunidad de suerte, donde nuestras acciones son, no solo determinantes, sino delineadoras del curso mismo de la historia.

Lamentablemente cada uno de nosotros, argentinos, queremos y nos sentimos a gusto con el país que tenemos. Somos un “Cambalache” de siglo XXI más vigente que nunca. Una nueva y contemporánea interpretación del mismo tango, que se repite una y otra vez y del cual nos preciamos y arrogamos. Versión tan genuina y representativa de nuestra verdadera identidad, que no hemos podido cambiar, siquiera, en un solo verso en casi doscientos años de vida. Un conjunto de líneas que no hace mas que poner de manifiesto nuestro sentimiento mas vivo e íntimo; donde todo vale, y donde todos, poco mas poco menos, son mas “giles” que nosotros.

Esta “celebración” conflictiva, que nos toca vivir, no es mas que el resultado de nuestras propias voluntades, de nuestro gusto, de nuestra forma muy “particular” de entender el concepto de nación.

Comulgamos con el vedettismo de nuestros presidentes, con el apriete y el desprestigio como sistema de gobierno y con el amiguismo por sobre la profesionalidad.

Nos sentimos mas representados por el Che, Evita y Maradona, que por San Martín, Borges y Cortazar; y creemos que cantar el himno fuerte en el mundial, tiene mas valor que hacerlo cuando entra un abanderado en un colegio.

Este bicentenario nos encuentran chocando de frente contra una realidad que nosotros mismos nos encargamos de forjar y, lamentablemente, casi no quedan manos en el juego para barajar y dar de nuevo. La fiesta nos encuentra solos en un mundo al que hemos decidido, nuevamente, darle la espalda.

No podemos refundar, una vez mas, una nación desde el egocentrismo de un político de turno que decida, de la noche a la mañana, volver a perpetrarse en el poder. Entendamos, de una vez y para siempre, que necesitamos no solo creer, sino querer un país mejor.

Por nuestra Argentina de hoy, por el compromiso simple con nosotros mismos. Pero principalmente por nuestros hijos, que no hacen mas que aprender todo aquello que les mostramos día a día.

A la larga ya sabemos, por doscientos años de experiencia, que solo depende de nosotros.
Con tecnología de Blogger.