lunes, 12 de julio de 2010

A llorar a la Iglesia

Miles de banderas rojas y amarillas saludan el paso de mi coche en la noche madrileña y no me queda mas remedio que tocar la bocina en señal de un festejo que no me corresponde. Hay fuegos artificiales, petardos, bocinas por todas partes y entre tinto de verano, cerveza y sidra tirada la gente celebra, a mas no poder, sin siquiera pensar que mañana será lunes y habrá que volver al trabajo.

Es la magia intrínseca e inexplicable del máximo deporte mundial, química envidiada hasta por el mas probo de los políticos, esa formula pasional que une a comunistas con capitalistas, a pobres con ricos y hasta nobles con villanos; donde la facha poco importa y el abrazo emocionado no es de compromiso, sino del corazón.


Pasa otro grupo de chicos con vuvuzelas chinas improvisadas. Mas banderas, mas cohetes, aun mas vino; y siento que lo unico español que tengo es un pasaporte burdéos (como dicen por aquí) que guardo en la caja de seguridad del hotel.

Esperaba mas de Holanda, la verdad. Y hasta prefería su festejo lejano; antes que este presente que cala bien profundo en mi arraigada argentinidad futbolística. A la larga, un campeonato holandés era solo una anécdota, un campeón mas. Una camiseta naranja con una estrella solitaria en el pecho que solo vería el mundial que viene.

Este me toca mas de cerca y me deja un sabor amargo. Con media liga española jugando para mi selección, justo es la otra mitad la que ha logrado coronarse.

Tras cartón, volver a casa repartiendo "enhorabuenas", mas de compromiso que sentidas, y enfrentar a mas de un español amigo que ya me decía que La Pulga era mas catalán que argentino, que el Pipita sueña solo con el Madrid y que el Kun y Maxi nunca han sido mas colchoneros.

Habrá que aprender de los errores. Mal que nos pese, España es legítimo campeón. Siempre buscó, siempre propuso, siempre quizo jugar.

De esta vereda, algo ha de estar mal. Máxime cuando dos buenos de los nuestros dirigen para otros. Algo no funciona si 20 mil hinchas pagados, vaya a saber uno por quien, reciben a la selección en Ezeiza en busca de falso populismo y un manojo de votos, hechos a base de futbol existista y un Maradona victimizado, de cara a las elecciones presidenciales de 2011.

Este campeonato de "La Roja" es premio al trabajo. Al proceso serio, sin exabruptos, que comenzó en la pasada Eurocopa y que hoy da frutos mundialistas tan soñados y esperados por esta selección que ha logrado, de una vez, entrar a la gran elite futbolística mundial.

Creanmé, no es casualidad. En el fútbol, como en la vida misma, ya no alcanza con cábalas, fetiches, arenga, cuarteto, dos relojes y mucha motivación. Tal vez sea tiempo de que volvamos a entenderlo. Habrá que volver a trabajar, planificando mucho, estudiando mas; aun ante el riesgo de perderlo todo y volver a empezar. Solo hay lugar para uno en lo mas alto del podio.

Salud, entonces, a este gran Campeón y, mal que me pese ... ¡Enhorabuena!
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