Siempre tuve admiración administrativa y logística por las familias numerosas. Harto defensor y fiel devoto de la creencia popular, esa que atinadamente afirma que tres son siempre multitud, y con excepción de los Buendía (*), que no iban ni a la esquina; o los Brady Bunch (*), que salían en 5 minutos, "lonchera" en mano y todos peinaditos, son realmente pocos los capaces de organizar un traslado familiar programado y con éxito.
Casi como un ritual, hace ya algunos años que armanos un viaje todos juntos. Y si bien no somos los Benvenutto (*), a los que se les sumaban los tíos, los primos, el padrino gay y el típico garronero de turno, con los once que sumamos ya nos arreglamos para desafiar los estándares de cualquier familia medianamente normal.
La pelea generacional es ardua. Tickets electrónicos y reservaciones de hotel por Expedia, compiten con un agente de viajes que tiene una oficina en el corazón de San Justo. Los vouchers son de papel y los pasajes apretaditos en una chequera troquelada con letras de tinta roja casi como cuando íbamos a Mar del Plata, en el DC9 de Austral, allá por 1980.
Y como si todo eso fuera poco, llevamos con nosotros los infalibles sobres de plástico acolchados y azules; esos que tienen dos clips que no los traba ni Dios y un logo horrible que dice algo asi como Euroturs S.R.L.
Valijas Samsonite todo terreno de 23 kilos perfectos, se debaten en batalla campal contra equipaje fashion, maleteros que ya no existen y propinas que nunca son suficientes. Salones vip, contra cortado de parado; y la combi del diligente de Juan Carlos, con un cartelito hecho rápido y con birome, a las piñas contra el Uber XL.
Valijas Samsonite todo terreno de 23 kilos perfectos, se debaten en batalla campal contra equipaje fashion, maleteros que ya no existen y propinas que nunca son suficientes. Salones vip, contra cortado de parado; y la combi del diligente de Juan Carlos, con un cartelito hecho rápido y con birome, a las piñas contra el Uber XL.
Anduvimos por todos lados. Compartimos hoteles, departamentos y hasta casas. Estuvimos en la ciudad, en el mar, en el desierto y hasta en el Vaticano. Manejamos muchos kilómetros, volamos otros tantos y todavía debatimos las ventajas y desventajas de un crucero por no se sabe donde.
Aterrizamos en aeropuertos grandes, y también en esos chiquitos donde bajás del avión saludando como si fueses una banda de los setenta. Fuimos a fiestas, a la playa y hasta a un casamiento hace un par de veranos. Y muy a pesar del frio, la lluvia, o los 40 grados del Caribe, todavía cuesta creer como todos vamos de jeans y zapatillas, y mi viejo no larga el saco azul ni en un 737 charteado y en turista que va de Aeroparque a Punta Cana.
Estemos donde estemos, en el norte o en sur, en invierno o en verano, siempre, pase lo que pase, terminamos peleados un día. Caras largas, caminatas solitarias y enojos tontos que se nos van casi tan rápido como nos vienen.
Charlando de estos temas, un primo sabio me dijo una vez. - Javi, no te ofendas, pero los viajes los están organizando mal. - La solución a las peleas, me decía convencido, es la falta de opción. Aunque no te guste, tenés que terminar en un "all inclusive".
Seguía afirmando serio como si se tratase de un dogma milenario - Pensalo, no hay menú, no hay restaurantes, no hay propinas, esta todo con horario y nadie decide nada. Los chicos tienen que hacer lo que les dicen; creéme, ¡es un golazo! ... Así, no te peleás nunca. Intenteló. Te lo digo por experiencia.
Lo escuché incredulo y hasta con escepticismo. Pero reflexionando, y después de mas de 10 años de discusiones por el pancho y la Coca, la teoría no tiene fisuras. Desayunos entre 8 y 10; fideos con tuco al mediodia, o lo que diga el cocinero de turno. Y el show, que seguro es malo, te hace aplaudir como si vieses a Barbra Streisand en el Madison Square Garden.
Hay que repensar el crucero. No se por donde, ni cual; o hasta el all inclusive en un destino coqueto al que le digan Spa Resort, no te den pulserita y te dejen usar saco azul en la pileta. Sea como sea, de algo estoy completamente seguro: si hay menos de que discutir, menos opciones y nada en que pensar, seguro nos queremos mas. Casi tanto, como nos queremos ahora.
(*) The Brady Bunch: familia doble de mentira, que Hollywood supo crear, donde hermanos de distintos matrimonios, todos lindos, buenos y rubios, compartian todo, desde la leche con Nesquik hasta el Atari y nunca nunca se peleaban.
(*) los Buendía: familia de ficción creada por Gabriel García Marquez para su obra cumbre 100 años de soledad.
(*) los Benvenutto: familia de ficción liderada por Guillermo Francella para la popular serie de Telefe del mismo nombre.