No se muy bien como será en el resto del mundo, pero en Argentina existe una preocupación muy arraigada respecto de la pureza de las razas caninas. La gente se empeña en demostrar que su perro no solo es puro y tiene documentos respaldatorios, sino que viene de una línea sanguínea original europea que llegó al país en épocas de los colonos y que después, producto de cruzas con embriones locales e ingeniería genética importada de Estados Unidos, dio como resultado el origen de un criadero super secreto en las afueras de Buenos Aires.
Obviamente, cualquier familia, mas o menos acomodada, tiene un amigo, que es amigo de otro conocido, que conoce uno de estos "criaderos secretos" . Y como nosotros nunca quisimos ser menos, terminamos comprando un perro falso, con papeles y todo, en un lugar de máxima pureza allá por épocas de Rin tin tin (*)
En resumidas cuentas, la primer perra policía de la que tengo memoria era mas parecida a Angie Dickinson que a un verdadero pastor alemán. Rubia sobre mechas negras, petisa y decididamente fea. Orejas grandes, ojos tristes, patas finitas y, para rematar, un nombre en catalán que nadie entendía.
Independientemente de su belleza, y de su muy cuestionada pureza, la perra siempre fue muy querida. Y a pesar de haberla cuidado mucho, y llorarla otro tanto cuando se murió, siempre cada uno guardó su lugar. Nosotros siempre fuimos seres humanos y ella siempre fue lo que era: un perro.
Con el paso de los años los beneficios de los perros de la familia mejoraron. La comida balanceada reemplazó a la carne picada con puré, hubo mas y mejores vacunas y las visitas a la peluquería de perro y al veterinario se volvieron mas frecuentes.
Luego los tiempos cambiaron. La globalización se apoderó definitivamente de todos los sectores y la oferta canina, por supuesto, no quedo exenta. Hoy por hoy, cualquier salame con unos pesos puede comprarse un perro japonés, de Singapur o hasta de rasgos malayos. Una nueva ola de individualidad que deriva en el reemplazo de perros normales y conocidos por una nueva generación de animales "raros".
La gente ya no compra mas un doberman, un perro policía o un cocker como antes. Mucho menos un un perro salchica. Primero busca, a ver que se usa. Después elige lo que nadie tenga: un sharpei, un chow chow o un labradoodle. Perros genéticamente diseñados para ser lindos que hasta se venden en talles. Con más o menos rulos, con el color de ojos que quieras. Y no es casualidad que con tanta oferta y tanta nueva raza rara, la gente que compre, los adquirentes mismos, resulten igual de raros.
Convengamos que no es normal que un perro pasee en cochecito por el shopping, o que vaya dos veces por semana a un spa. Mucho menos que las perras usen colitas para el pelo, collares de strass, aros y hasta tatuajes con el nombre de sus dueños.
Paralelamente a esta oferta infinita de animales, una industria entera dedicada a esta payasada.
Recuerdo particularmente bien que la gente tejía, como podía, unos sweaters multicolores para sus perros, por entonces "marca pinche", con la lana que sobraba del invierno. Y puedo comprender también, que la fabricación estandarizada de artículos como estos puede ser necesaria para muchos; máxime si consideramos que el perro puede tener frío y que la mayoría de sus dueños modernos no sabe ni enebrar una aguja.
Ahora bien: sillitas para comer, collares que se iluminan al ladrar y ¡boinas de terciopelo!
Los veterinarios, por su parte, tampoco ayudan tanto. El shitsu les estornuda dos veces mas de lo debido y lo derivan a un alergista canino que, aparte de cobrarle la consulta, que la prepaga del perro no cubre, le recomienda remedios importados, un tratamiento de vacunas adicionales e, idealmente, una mayor permanencia en zonas cálidas en los meses de invierno.
Estos infradotados que ya no conocen límites, amparados en la innegociable salud del animal, se mudan tres meses a Porto Alegre para que el perro no sufra. Y como parece que las perras brasileras no son del linaje del criadero especial, ese de los embriones especiales y la mar en coche, gastan otros 1200 dolares en un sex toy para que el perro satisfaga sus necesidades instintivas y no ponga en juego su propia descendencia real.
Mas allá de los excesos o las exentricidades hay algo que es cierto e irrefutable: Cada cual gasta su dinero como quiere. Es igual de cierto también que, mas allá de modas o la popularidad eventual de una raza, muchos crean con estos animales, igual que siempre, lazos afectivos genuinos que duran toda una vida.
El problema es cuando el fanatismo se desvanece con la misma velocidad con la que se encaro la compra. El perro se pasa de moda, ya no es cachorro, mucho menos cool y hay que sacárselo de encima.
La gente que sabe que esto no es un juego se desespera en consecuencia porque los centros de adopción canina están mas llenos que nunca. Es una ecuación simple: ya nadie quería perros de razas tradicionales; mucho menos adoptar los que están "pasados de moda" o viejos. Que queda, entonces, para esos comunes flacos y altos que siempre se ven por la calle.
Hay millones de problemas mas importantes; no caben dudas. Mirar para el costado o, peor aun, encapricharse comprando un cachorro de moda, seguramente no arregla este.
(*) Rin Tin Tin: Fue el nombre que recibieron en el cine varios perros, parientes entre sí, de la raza pastor alemán protagonistas de la serie "Las aventuras de Rin tin tin", que llegó a la Argentina a mediados de la década del 70.
sábado, 15 de octubre de 2016
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