viernes, 1 de noviembre de 2019

29 de febrero

 ¡A quién se le ocurre! ¡Cómo si no hubiese otro día en el calendario! Escuché por ahí que otro turno no había, que era la única fecha que el doctor tenía disponible, ¡pero programar una cesárea un 29 de febrero!

Porque una cosa es lo eventual, la casualidad, la incertidumbre típica del parto natural, pero con los doce meses a disposición, elegir un día que solo aparece cada cuatro años, para mí es decididamente negligente.

El que tengo que nacer soy yo ¡y ni me consultaron! Se la pasan haciendo voces idiotas ¿Cómo anda el bebé? ¿Me escuchás? ... Vení gordo, apurate ¡Mirá cómo mueve la patita! Para todas esas estupideces tengo que estar. Me despiertan a cualquier hora, me empujan, me molestan. Ahora, para discutir mi nacimiento, la fecha de mi cumpleaños por el resto de mi vida, le dejamos la responsabilidad a la estúpida de Carmen.

La culpa la tiene ella, la secretaria del consultorio, que no hace mas que chatear con la amiga.

Lo más curioso fue que mamá no dijera nada, ni siquiera preguntó. Y lo de mi papá, bueno. Mirando la ecografía, hablando de mis medidas con el doctor y, por emocionarse, se olvida del temita este de la fecha ¡Cómo si fuese una pavada!

"Está todo perfecto", dice el doctor ¿Perfecto? ¡Claro! Total, el que festeja el cumpleaños cada cuatro años so yo.

¡A quién se le ocurre! ¿No se dieron cuenta que cuando todos mis amigos del jardín tengan 3 años, yo recién voy a andar por los 36 meses?

Todo el mundo celebrando, haciendo fiestas con animadoras, con payasos, con magos, y yo esperando 4 años para ponerme un bonete y repartir bolsitas llenas de caramelos. 48 meses para recibir un regalo y comer una torta de una sola velita que, espero, al menos sea de chocolate con dulce de leche.

¡Qué desgracia! ¡Cómo no se dieron cuenta! Como no pensaron en el daño irreparable que esto me podía ocasionar. Atrasado en el colegio, en la universidad, ¡en la vida! A ver explíquenme señores, ustedes que son grandes ¿Cómo hago para manejar a los 4 años? ¿Cómo hago para tener el cuerpo de un adolescente y sentarme en las sillas chiquitas del jardín de infantes? ¿Cómo le explico a mis compañeros de secundario que me empecé a quedar pelado a los 5? ¿o le pido a mi compañera de banco que me dé un beso, si recién acabo de cumplir 3 años?

Lo peor de todo son los regalos. Cuatro regalos en 16 años. Quizás pueda creer en Papá Noel hasta los 336 meses y juntar más por ese lado. Pero las fiestas esas lindas que te hacen cuando vas al colegio, las que todos llegan a tu casa con un regalo, las de la Coca caliente, las de los sándwiches de miga y las papas fritas; esas, ya me las perdí todas. Ay mamá ¡Como no te diste cuenta! ¿En qué estabas pensando?

Hoy me sentí mal desde la mañana. El cordón por donde me pasan la comida se me enroscó en el cuerpo, y un poco también alrededor del cuello. Mamá se toca la panza, llama al médico y llora. Me empuja todo el tiempo, de un lado y del otro. Le dice a esta Carmen que estoy medio quieto, que no me muevo tanto como siempre. Tiene razón. No vaya a ser cosa que me sacuda de golpe, me asfixie del todo y me muera antes de nacer.

Ahora papá nos lleva al hospital en su auto. No habla mucho, pero parece que vamos rápido. Dice “quedate tranquila, que todo va a estar bien”.

El doctor no está, o está de vacaciones. No logro reconocer la voz de nadie. Hay unos bips continuos como de monitor, pasos, mucha gente que se mueve rápido y, por alguna razón particular, me siento en paz, como ido. Mamá, ¿¡no te estarás drogando!?

Entra luz de golpe, me encandilo y la bolsa caliente que me rodea se queda sin agua casi de repente. Entonces dos manos grandes me sacan rápido, agarrándome del cuerpo, de la espalda, con esos guantes de látex que se enganchan y duelen. Trago agua, toso como puedo y me vienen unas ganas irrefrenables de llorar, de gritar con todas mis fuerzas, porque soy chiquito, tengo frío y me duele todo.

Mamá me abraza, llora, papá la besa con un gorro verde y alguien dice que nací antes de tiempo; pero que soy lo suficientemente grande para que no me metan en una incubadora.

Una enfermera me limpia con un trapo, me revisa, me abre la boca, me mete un termómetro, me pincha, me envuelve, me calza un gorro feo que pica y le dice a la otra que tiene al lado: Pobrecito ... ¡Qué mala suerte tuvo! Nacer justo el día de Navidad. Nunca en la vida le van a dar un regalo de cumpleaños.

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