martes, 7 de noviembre de 2017

La universidad de la vida

Las puertas guillotina del ascensor viejo se abrieron solas casi como si estuviesen encantadas. Mario, desconcertado por la parada, volvió a apretar el botón con la "C" varias veces hasta que asomó la cabeza para confirmar que estuviera en el lugar correcto. - ¡Es acá Onetti! pase nomás, le gritó una voz bien argentina desde el fondo.

Este no era el cielo que Mario se había imaginado. Acá no había nubes, no había ángeles, mucho menos un portal de rejas de oro. El poco cielo que se veía se colaba por unas ventanas horizontales, abiertas en diagonal, que dejaban entrar el aire fresquito de la mañana.

El lugar no era muy grande y estaba completamente vacío. Cinco filas perfectas de sillas naranjas de plástico ocupaban casi todo el espacio y miraban de frente a un mostrador enorme que corría de punta a punta del salón. Justo a la salida del ascensor un cartel muy prolijo de letras pintadas a mano anunciaba: "CONSULADO CELESTIAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA"

Una bandera celeste y blanca, como esas pomposas de la secundaria, adornaba uno de los rincones junto con otra mas grande del Vaticano y el retrato de un señor sonriente al que Mario no había visto en su vida.

La oficina parecía estar parada en el tiempo. Sobre las paredes recién pintadas había un póster de la selección campeona del 78, escudos antiguos de todas las provincias de la Argentina, un cuadro gigante del obelisco, igual a esos que solía haber en "Los Inmortales", y miles de fotos de santos en blanco y negro autografiadas o dedicadas de puño y letra.

La radio AM daba las noticias de la mañana y había olor a café recién hecho.

Mario, casi por inercia, sacó número de un talonario rosa apretado con una maderita, tornillo y mariposa de bronce. - No hace falta número Onetti, los tenemos ahí para los días que se junta mucha gente, le dijo un señor flaquito con cara de antiguo que estaba detrás del mostrador acomodando unas carpetas.

- Le preparé un café con leche y medialunas de grasa como a Usted le gusta, ¿o prefería una traviata? mire que adentro tenemos de todo, dijo mirando por encima de sus anteojos de pasta.

- Bueno Onetti, continuó el flaco - Antes que nada, ¡bienvenido a su nueva casa!, dijo sonriendo genuinamente.

- Sientesé hombre, tomesé el café que se le enfría. Antes de asignarle su cuarto necesito hacerle algunas preguntas de rigor. ¿Está de acuerdo?

- Si, si, dijo Mario balbuceando.

- ¿Prefiere que le diga Mario u Onetti está bien?

- Preferiría Mario. Nunca me gustó que me llamaran por el apellido.

- Perfecto, Mario entonces. ¿Fecha de nacimiento Onetti?

Mario se rió en silencio. - 12 de octubre de 1940, dijo fuerte y seguro.

- Mala mía Onetti, quise decir de fallecimiento. Lo que pasa que acá morir es nacer de nuevo. No se preocupe, ya lo va a aprender con el tiempo.

- Ah perdón. 11... no perdón, 12 de octubre de 2017.

- Uuu, ¡justo el día de su cumpleaños! ¡pobre su familia! Sabe una cosa: por otro lado mejor. De esta manera vivió una cantidad de años exacta y no se va a confundir las fechas nunca.

- ¿Es creyente?

- Si, si. dijo Mario de memoria - Le hago una pregunta señor: ¿el cielo es acá no?

- Si obvio Onetti ¿a Usted que le parece? ¿No vio la bandera del Vaticano, la foto del jefe en la puerta? dijo el flaco con tono sobrado y haciendo señas con el dedo hacia arriba.

- ¿Cantidad de rezos semanales?

- Bueno, los normales. No se, una vez por semana; quizás dos. ¿Es muy importante eso?

- Y depende mucho del país, acá tantos no nos dan. Los brasileros, por ejemplo, son los únicos que tienen una tolerancia de 14 por semana. ¿Vio que se la pasan pidiendo cualquier cosa todos los días a santos que ni siquiera existen? Y mire que tenemos santos. ¿No vio todas las fotos firmadas en la pared? ¡Miles de santos para pedir y estos inventan nuevos! dijo tomándose sus propias manos.

- Todos los demás países tienen derecho a una oración diaria acumulable. Si no la hacen, les queda crédito para el otro día. Y así sucesivamente. Sabe que pasa Mario, últimamente la gente se abusa. Con esto de las eliminatorias del mundial del otro día, los chilenos rezaron dos millones de plegarias en 90 minutos. Una locura total ¿Usted sabe lo que es administrar eso?

- Pudo ver el partido ¿no? Le pregunto porque fue ahí cerquita ahí de su cumple. No me de bola Onetti; no se preocupe. Le decía, respecto de las oraciones, aquellas que están por encima de lo permitido simplemente se descartan; ni siquiera se escuchan. Y entonces después pasan las cosas que pasan y la gente se queja.

- ¿Se enamoró alguna vez?

- Si. Dos veces.

- Ah mire, acá en los papeles me figuraba una sola. ¿Quién fue la primera?

- Mi novia del colegio. Me enamoré por primera vez a los 13 y después de mi mujer a los 20 años.

- ¿Era linda la chica de 13?

- Uff, me mataba.

- Que lindo enamorarse de chico, dijo el flaco revoleando los ojos - Hace tantos años que ya ni me acuerdo. Un día de estos que tenga tiempo charlamos y me cuenta, ¿le parece?

El empleado dio vuelta la página y acomodándose los anteojos continuó:

- De chico: ¿le pegaba a los perros, aplastaba sapos o tiraba piedras con onda a los pájaros?

- No, nunca. Mis amigos lo hacían, pero a mi nunca me gustó.

- Mario, Mario; no mienta. Mire que acá tenemos todo registrado. ¿Está seguro?

- Si señor. Estoy seguro, se lo juro.

- ¿Le dijo alguna vez a su mamá que iba a algún lado y en realidad fue a otro?

- Casi seguro que si, dijo Mario riendo y el flaco festejó con el.

- Yo también, no se preocupe.

- ¿Qué carrera estudió?

- Soy abogado.

- No, no. Carrera de la universidad de la vida ¿Cuál estudió?

- No se enoje señor, pero la verdad no tengo la menor idea de lo que me esta hablando.

- Mire Onetti, perdón, Mario. La universidad de la vida no tiene tantas carreras y generalmente están todas relacionadas con la forma en la cual uno se comportó en la vida. Nosotros tenemos un cuestionario cortito para saber si el cliente no sabe o no recuerda. Hay mucha gente que cursó muchas carreras pero no llegó a recibirse de ninguna.

- Ah, pero ¿usted me dice que hay gente que no alcanza a recibirse?

- Y si, sobre todo la gente de buena voluntad, buenas intenciones, pero de poca constancia. Sabe que pasa Mario, la debilidad es una condición bien humana y eso generalmente juega en contra de aquellas personas que cambian a carreras largas como "Solidaridad" o "Dedicación". Se la pasan la vida estudiando.

- Antes de comenzar con las preguntas veo que acá tuvimos que pagar dos cuentas en las que Usted y sus amigos hicieron un "pague Dios".

- Si, disculpemé; la verdad, un papelón.

- Ni se preocupe, pasa todo el tiempo, solo que tenemos que dejar constancia. Sabe, le cuento una cosa mas de la cocina. Es un drama eso del "pague Dios". Cada año son mas las cuentas que tenemos que pagar por ese tema. Este año pagamos un 3000% mas que el año pasado.

- Bueno, empiezo con las preguntas que, si no, se nos va toda la mañana.

La radio justo dio el top de alguna hora y Mario buscó su reloj en su muñeca desnuda.

- Ah mire justo le iba a preguntar eso: ¿Cantidad de relojes que compró en su vida?

Mario se quedo pensando por un ratito hasta que dijo suavecito: - Creo que fueron doce.

- ¿Cantidad de autos propios en un mismo momento? pregunto el empleado sin siquiera levantar la vista.

- 10 ... no, perdón; 11.

- Cuantos metros tenía su casa? Esta es multiple choice para que no tenga que pensar tanto: A) Entre 30 y 100 metros, B) entre 100 y 300, C) entre 300 y 500, D) mas de 500

- D, dijo Mario visiblemente avergonzado.

- Veo también acá en los papeles que su familia no tenía dinero cuando Usted era chico y que recién amasó su fortuna bien entrados los cuarenta. Según estos datos y las preguntas que le acabo de hacer Usted se recibió de "Nuevo Rico" mas a menos a los 45.

- Mario se puso a llorar en silencio y bajo su mirada sin siquiera poder encontrarse a si mismo.

- No se ponga mal Mario. Sabe que acá hay un montón de carreras lindas para estudiar. Si usted quiere, y esta arrepentido de lo que estudió en la tierra, lo puedo anotar hoy para que empiece mañana mismo.

- La verdad me gustaría, dijo Mario con los ojos vidriosos. Me gustaría estudiar algo que me enseñe a dedicarle mi tiempo a la gente y no pensar solo en mi. Sabe, me hubiese gustado haberle dedicado mas tiempo a mis hijos y no haber estado tan pendiente del dinero y del éxito todo el tiempo. Creo que no fui malo, pero hubiese querido ser algo mas solidario; un poco mas comprensivo.

- Mario, miremé hombre. No se quede mirando el piso. Yo se fehacientemente que Usted fue un hombre fiel, está todo acá en la carpeta. Y, creamé, estos papeles no mienten. Sabe los atorrantes que pasan por acá. Dice acá también que Usted siempre veló por los suyos, que fue buen padre, buena persona y un gran amigo. ¿Sabe la cantidad de gente que fue al velatorio? Le voy a conseguir las fotos para que las vea.

- Gracias, la verdad me reconforta que me diga eso, dijo secándose las lágrimas con el puño de la camisa.

- Bueno Mario, ya hemos terminado. Esperemé un momentito ahí parado en la puerta que tiene la C grande.  Yo dejo mis cosas y ya lo alcanzo.

Mario se paró, tomó un poco del café que ya estaba frió y agarró una de las medialunas mientras caminaba hacia la puerta despacio pero aliviado.

La puerta se abrió sola al percibir su proximidad. El sol mas lindo de la mañana le baño todo el cuerpo de luz y una alfombra infinita de nubes prolijitas le cubrió los pies descalzos de un frío mágico e inusual.

El flaco ya estaba del otro lado y Mario sonrió sin esfuerzo al verlo.

- Le hago una pregunta Señor, dijo Mario al volver a verlo ¿Cuándo empiezo a estudiar? la verdad me ilusiona poder aprender mas cosas, arrepentirme de aquello que hice mal.

- No se preocupe Onetti, acaba de dar toda la carrera libre con las preguntas que le hice. Ya se recibió ¡felicidades!

- Vaya tranquilo. Camine hasta las puertas de oro que se ven allá a lo lejos, que ahí lo espera un colaborador mio. Yo acá me despido. Descanse que se lo merece, le dijo mirándolo de frente y extendiéndole la mano derecha visiblemente lastimada en su palma - Un placer volver a verlo y que Dios lo bendiga siempre.




I



- Buenos días, ¿el señor Fernando Onetti? dijo la voz metálica por el portero, mientras la imagen del visor mostraba a un cartero en blanco y negro no sabiendo muy bien para donde mirar.

- Si, si; soy yo. ¿Quién es?

- Del Correo Argentino señor. Tengo un paquete para usted que necesita su firma, dijo encontrando la cámara por fin.

- Ya salgo. ¿Quién lo envía?

- A ver, deme un minuto ... Mario Onetti dice acá.

- Ya voy, pero Mario Onetti no puede ser.

- ¿Cómo?

- ¡Qué Mario Onetti no puede ser! gritó enojado buscando sus llaves. - ¡No lo puedo creer! ¡Qué lindo sábado!

Ya habían pasado varios meses desde la muerte de su padre, pero la sola mención de su nombre no hacía mas que cargar las tintas de su habitual ansiedad. Vivía preso de un cocktail diario y explosivo de nervios, angustia y quizás ¿bronca?
- ¿Qué tal? Buenos días ¿Dónde le firmo? dijo con el gesto cansado, sacándose el pelo de la cara con toda la mano. - Mire que me leyó mal el remitente, Mario Onetti era mi padre y falleció hace poco. ¿No será Mariano?

- No, no; Mario. Acá dice Mario. Mire, fijesé.

- A ver, déjeme ver a mi, dijo sobrando la situación y casi arrancándole los papeles al cartero. Reconoció la letra prolija de su padre en los formularios; la confirmó en la etiqueta del paquete. Avergonzado de su propia reacción, firmó rápido y ensayo un "gracias" sin, siquiera, levantar la mirada. No quería que el cartero lo viese llorar.

- No te pongas mal pibe.

- Perdóneme. Ultimamente con esto de mi viejo me pongo nervioso por cualquier cosa y le contesto mal a todo el mundo. Usted no tiene nada que ver; discúlpeme.

- No pasa nada, no te preocupes. ¿Te hago una pregunta?

Fernando solo asintió con la cabeza devolviéndole los papeles y la birome.

- ¿Era buen tipo tu viejo?

- La verdad que si, pobre. Créame, no es por el. Son estas cosas de mierda, el paquete, la muerte, la incertidumbre.

- Bueno, tal vez sea un regalo ¿no? Un album de figuritas que no encontrabas, fotos viejas, un paquete de chocolate en rama.

- ¡O salamines!

Se rieron juntos.

- ¿Sabés cual es el problema Fernando? ¿Era Fernando no? En algún momento la gente crece y se olvida de divertirse. Como si reírse de cualquier cosa fuese cosa de chicos. Te doy un solo consejo: No dejes que la muerte de tu padre te haga perder la ilusión. Ilusionarse pasa por vivir la vida a fondo, con ganas. ¿Qué sabés lo que dice la carta?

Le dio una palmada en la espalda y desapareció por la esquina guardando la planilla en el bolso de cuero.

Fernando se sentó al sol en el macetero de su casa. Sin buscarla, se encontró con la primavera de su propio barrio. Los tilos de la calle parecían animarse a crecer y el verde de sus hojas, traslúcidas por momentos, parecía volverse mas intenso con el sol fuerte de la mañana. Respiró hondo. Tomó coraje y abrió el paquete con manos temblorosas.

Arriba de todo encontró un sobre con su nombre y el de su hermano. Debajo, un paquete prolijo de 20 cuadernos negros, casi iguales, envueltos en papel madera. Despegó el sobre con cuidado para no romperlo. La carta no era muy larga. Dos hojas inundadas de lapicera fuente. Las líneas apretadas, la inconfundible imprenta, los usuales papeles blancos y sin líneas.

"Queridos chicos", rezaba el encabezado sin fecha ni ciudad. "Si mis cálculos - y el bendito Correo Argentino - no fallan recibirán esta carta poco después de mi muerte. Es cierto que mencionarla, el escribir su nombre en un papel, me incomoda y hasta me pone la piel de gallina. Pero les juro que estoy tranquilo y en paz; por momentos, hasta conforme. La tuve a mamá casi toda la vida, los tuve a ustedes que son mi orgullo máximo, la razón de mi propia vida ... "

Las lagrimas de Fernando cayeron sobre el papel y destiñeron la tinta.

"Esta no es una carta de despedida ni mucho menos. En realidad es una de bienvenida. Estos cuadernos representan la puerta de entrada a un mundo que aun no conocen.
Por muchas razones, a veces por compromiso, otras veces por vergüenza, nunca pude ni supe contarles. Este envío es una invitación para los dos. Un pasaje en el tiempo hacia mi propio pasado. Un viaje directo a la historia misma de esta familia que es tan mía como de ustedes."

Fernando dejó los papeles en la caja y llamó a su hermano sacando el teléfono del bolsillo.

- Marianito, ¿que hacés loco? dijo con la voz entrecortada mientras se secaba la cara con la manga del buzo. Escuchame, recibí un paquete de papá con una carta, dijo mirando para arriba buscando, quizás, respuesta en el cielo.

La línea quedo muda, vacía.

- Es vieja, aclaró rápido adivinando la confusión de su hermano. - Se ve que la mandó antes y llegó ahora. Pero no es solo para mi, es para los dos. ¿Querés venir? La verdad, no estoy para leerla solo.

- ¿Qué hay en la caja?

- Cuadernos negros. Un montón.

- ¿Escritos?

- Si, si ... algunos mas viejos que otros. Están todos fechados en el lomo, yo nunca los había visto. La carta habla algo de un pasado que no conocemos, de la historia de la familia ¿Vos sabías algo?

- No, la verdad que no ¿Vos estás en tu casa? ... bancame que voy para allá.

Mariano lo encontró a Fernando todavía sentado en el macetero, la vista perdida.

- ¿Que hacés acá sentado? ¡te van a afanar!, le dijo mientras subía la moto a la vereda. Se llevaban poco mas de tres años, pero mantenían una afinidad entrañable.

- Vamos para adentro. Estás acá solo como un pelotudo, la puerta abierta. ¿Vos le tenés miedo a la policía y confías en los chorros?

- Me hacés reír. ¡Tenés razón! ¿Te hago café?

- Dale ¿Le contaste a María?

- No, no está. Se fue temprano a llevar a Gutierrez al veterinario porque se la pasó llorando todo la noche. Parece que el pelotudo tiene otitis. ¡Otitis! Eso le pasa por meterse todo el puto día en la pileta ¡Lo único que falta es que le pongamos aparatos para que esté mas lindo! Che, perdoná que te hice venir así, pero estoy como loco.

- No te calentés ¿Querés que siga leyendo yo? Alcanzame la carta, dale.

Volvió a empezar leyendo despacio. Siguió con tono firme.

“Los cuadernos del paquete están divididos por años y, si bien pueden leerlos como quieran, les recomiendo que empiecen por el mas viejo de todos. El último, el mas nuevo, termina el día mismo en el que nació Fer.”

Mariano tomó cafe, la sonrisa le llenaba toda la cara. - Siempre Fer, Fer ... ¿y Marianito?

- Dale boludo, seguí.

“Por alguna razón sentí que era mi obligación contarles todo aquello que no saben. Si bien el relato es subjetivo, les juro que no esconde nada. Lo que digo y cuento no tiene inventos, mucho menos ficción. Es la estricta realidad tal cual la viví.”

- Che Fer, me quedé pensando ¿Cómo vas a hacer para leer todo esto hoy? Te vas a tener que tranquilizar a la fuerza, dijo ríendo fuerte.

Fernando se rió de su hermano y de su propia miseria.

- ¿Te imaginas? Empastillado diez días seguidos para leer la biografía no conocida del viejo. ¿Podés creer que el cartero que dejó el paquete me dijo que no me preocupe?. ¿Me habrá visto mal?

- ¿Era psicólogo o cartero?

- En serio te digo salame. El tipo tenía un aire patriarcal, casi espiritual. Me dijo que no pierda la ilusión, que no me olvide de reírme y que disfrute la vida.

- Como se llamaba ¿Angel? ¿Della Guarda de apellido? ¿Un amigo de Ravi Shankar?

- Para vos, siempre, son todas boludeces, todo es joda, nada es importante. Seguí leyendo dale, dale.

"Empecé a escribir cuando supe que no me quedaba tanto tiempo. Busqué remanso en estas páginas, tranquilidad en los tiempos felices. Paradójicamente me di cuenta que había pocos momentos tristes. Hubo por supuesto broncas, enojos, pérdidas y días amargos. Pero tiempos largos y tristes, la verdad, muy pocos. Escribiendo me di cuenta que viví la mayor parte de mi vida preocupado, nervioso, ansiando desenlaces, esperando conclusiones.

Los cuadernos cuentan mucho, pero no esconden nada. Y digo esto para que Fer no se quede leyendo una semana sin dormir." Mariano levantó la vista y los dos volvieron a reir en complicidad.

"Escribiendo el último de los cuadernos en el hospital, me topé con un enfermero. Medio ayudante, medio asistente, el tipo andaba por los cuartos trayendo agua, llevándose cosas sucias. Un día, sin siquiera pedir permiso, me preguntó: - ¿Tiene miedo de morirse?

Le contesté que si. Le conté también que había vivido con miedo a morir toda la vida.

Su respuesta fue la que me dio la tranquilidad que les contaba al principio. - No pierda la ilusión Onetti. ¿Y si lo que viene es mejor? Se pasó toda la vida preocupado y veo que no para de escribir memorias. ¿Tan malas no deben haber sido, no?

Trabajé toda la vida para que vivan contentos. No lloren mi muerte. Y si me extrañan, celebren mi vida. Les dejo mi maquina del tiempo en estos cuadernos para que me busquen cuando quieran. Y escriban los suyos, sin perder nunca la ilusión"

Mariano lloraba como nunca.

- ¿Qué pasa boludito? ¿Te corrió frío por la espalda?

Los Onetti se abrazaron fuerte. Eran más hermanos que nunca.




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